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¡COFRADES, SIEMPRE!

Publicábamos este artículo hace ahora más de un año. Los tiempos que corren lo hacen más actual porque necesitan más que nunca de nuestra hermandad espiritual, de nuestro mirar al Cielo y aceptar la Voluntad de Dios, colaborando y siendo solidarios con todos, pero recordando nuestro carácter fundamental: que somos PENITENTES y que nuestra penitencia ahora será transformar nuestra tristeza en alegría para quien lo necesite a nuestro alrededor. Se suspenderán procesiones pero la Semana Santa no: sepamos vivir interiormente la renovación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor.


ANTONIO M. VALBUENA

¿Qué es ser cofrade? ¿Por qué soy cofrade? ¿A qué me comprometo y cuándo? Puede que alguna vez te hayas hecho alguna de estas preguntas u otras parecidas. Cada persona debe, si surgen dudas, responderlas o buscar las respuestas para vivir acorde a su significado.

Algunos habrán llegado a vestirse los hábitos de sus cofradías por herencia familiar, otros por alguna promesa realizada en el camino de la vida, otros más se habrán sentido atraídos por la puesta en escena en nuestras calles.

Ser cofrade no es un simple gesto estético de gusto personal: «me gusta el hábito y me sienta bien», «qué bonito cuadro formamos». Pero cuando surgen los inconvenientes no llega la penitencia: «qué larga es la procesión…», «qué frío hace», «y ahora llueve», «mira qué hora es…» y «por qué yo tengo que cargar con esto». No tenemos en cuenta, entonces, algo fundamental: que somos penitentes y que cuando surgen esos inconvenientes ESA DEBE SER NUESTRA PENITENCIA. Por eso no podemos decir, cuando termina la Semana Santa: «hasta el año que viene, hermanos», «a ver qué hacen el año que viene». Y el interruptor cofrade pasa a la posición OFF.

Ser cofrade es unirse en hermandad -cofradía- de una misma fe en Cristo, Señor Nuestro, para promover el culto a su vida, pasión, muerte y resurrección. Ser cofrade es vivir con el sacrificio penitencial interior y exterior, oculto y recogido para promover y difundir la catequesis en la calle. Ser cofrade es, asimismo, vivir en unidad de vida nuestro día a día todo el año en el sentir y el vivir como miembros de una misma Iglesia Católica; es compartir todo el año los quehaceres y las iniciativas de la cofradía y promoverlas. Y ser cofrade es, al fin -o al principio-, vivir uno de los fundamentos para los que fueron creadas las cofradías: la caridad con los más necesitados.

Nuestro flagelo de antaño debe ser ahora el sacrificio diario por ser mejores personas, por sonreír cuando nos cuesta a los que nos rodean, por saber ofrecer nuestro cansancio en la calle durante la procesión, por vivir la caridad –ese término cristiano del que ahora se quiere huir para llamarlo solidaridad-. Ahí debemos estar los cofrades, los primeros en ese acto voluntario de cariño, comprensión y ayuda con los necesitados por amor a ellos, por amor a Dios. Empeñarnos en que durante todo el año, de enero a diciembre, nuestras cofradías sean lugares vivos y llenos de espíritu cofrade que se contagia, implicándonos en proyectos de caridad solidaria. Todo el año creciendo para adentro, para salir hacia fuera, donde nos espera tanta gente necesitada. Decía el poeta palentino José María Fernández Nieto que «los cristianos debiéramos llenar las iglesias para inundar las calles con el ejemplo». No seamos meros actores de una representación teatral vacía que acabaría perdiéndose. Es cuestión de voluntad, amor y fe. Lo primero y lo segundo se ejercita, lo tercero se pide.

El Directorio de la Santa Sede sobre Piedad Popular y Liturgia de 2002 es muy claro y apoya las procesiones, pero advierte ante ciertos peligros que se pueden presentar: «El prevalecer de las devociones sobre los sacramentos, que son relegados a un segundo puesto; las manifestaciones externas sobre las disposiciones internas; considerar la procesión como el momento culminante de la fiesta; la degeneración de la procesión misma, según la cual, de testimonio de fe se convierte en mero espectáculo o desfile puramente folklórico».

En definitiva que las procesiones deben ir acompañadas por un previo ejercicio de las prácticas piadosas propias de la Semana Santa: los sacramentos, los Santos Oficios, las visitas a los monumentos del Santísimo y los actos de piedad personales; armonizar las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad; venerar nuestras imágenes -que no adorarlas (la adoración sólo a Dios)- sin despreciar otras distintas a nuestras titulares.

Lo importante está bajo el capillo, en lo profundo del alma de cada cofrade, con la Virgen Nuestra Madre que, junto a la Cruz nos enseña a ser fieles al amor de su Hijo; siendo coherentes y sacrificados en un mundo que impone el placer y el mínimo esfuerzo. A la calle después de los Oficios y el cumplimiento sacramental a hacer catequesis de la Pasión del Señor. Serios penitentes si tapados; alegres por fuera porque tras la Pasión y Muerte llega la Resurrección.

Resumiendo en lenguaje tecnológico: cofrades ON y no OFF de los que sólo se conectan cuando llega la celebración. O, al menos, permanecer en STAND BY para encendernos fácilmente en cualquier momento. Y aquí, no se acaba la batería si queremos. Mirando al Cielo con mayúsculas porque vale la pena. ¡Cofrades, siempre!